MARCO ENRÍQUEZ
Cantinflas, comediante reconocido en el mundo, idolatrado en Chile, dijo en una de sus películas que lo más interesante en la vida era ser simultáneo y sucesivo, al mismo tiempo. Creo que la política y los políticos más allá de su siempre utilitaria relación con los medios de comunicación, enfrentan un nuevo
giro en las formas de comunicar: deben transmitir simultánea y sucesivamente sus propuestas en un escenario informativo globalizado. El desafío se complica
si acordamos que estamos en medio de una nueva crisis de la democracia representativa en América Latina, que se expresa en ausentismo electoral y, más precisamente, en la ausencia de jóvenes en los procesos electorales. Nuestras democracias, acostumbradas a enfrentar crisis políticas, quiza enfrentan hoy
la peor de todas: la crisis de la política misma. Lo anterior en un escenario donde se enfrentan mayorías electorales contra mayorías cotidianas que marchan, protestan, se expresan en las encuestas y se articulan con fuerza en redes sociales. Basta pensar en la primavera árabe, el verano español, inglés o el mayo chileno donde miles de jóvenes articulados han tumbado, o al menos hecho tambalear, autocracias, dictaduras y democracias. En resumen, al decir de muchos
cientistas políticos, la democracia electiva ya no es efectiva. Las causas de lo anterior las podemos buscar en un cierto escepticismo intelectual que siempre acepta con facilidad la fatiga de materiales que genera el paso del tiempo. Pero quizás debemos explorar otras avenidas explicativas, relacionadas con los nuevos desafíos comunicacionales de la política. Por mi parte, intentaré dimensionar el impacto de las nuevas formas de comunicación en los sistemas políticos y sus protagonistas, explorar la actitud de los políticos ante los nuevos soportes o vitrinas de la información: las redes sociales.
Un filósofo conservador, el obispo Berkeley, escribió alguna vez: "ser es ser percibido". Recurro a esta cita para subrayar algo evidente: la percepción se forma vía medios de comunicación masivos. En América Latina el promedio de consumo de televisión supera las dos horas diarias. Mayor es el consumo mientras más pobre es el hogar. La televisión sigue siendo el medio más relevante para informarse, para recibir mensajes políticos en América Latina. El explosivo crecimiento de la televisión por cable sólo confirma lo anterior, con una matiz: sin distingo de clases, porcentajes enormes de hogares, 75% en algunos territorios, pagan hasta 80 dólares al mes para escaparse de la condena de la televisión abierta y gozar de una televisión segmentada. La democracia depende básicamente
de dos bienes jurídicos: la libertad de expresión y el acceso a información. Y quien debe tutelar estos bienes es el Estado mediante gobiernos que se eligen por medio de elecciones donde quienes construyen la percepción son esos mismos medios. Hablar de política y medios tiene algo de ese animal inofensivo, el hámster: algo de circular, algo de improductivo o al menos de complejo en América Latina, donde reina la desregulación televisiva. El debate acerca de si la televisión es clave para la educación siempre debe concluir en que el que ver televisión la hace educativa, aun contra su voluntad. En América Latina conocemos el desastre de nuestros modelos educativos públicos. Por tanto, lo anterior se vuelve aún más relevante. Pero quiero volver al núcleo del texto, explorar si la crisis de representatividad de nuestras democracias, la crisis de credibilidad de los políticos, tiene o no sus causas en la relación de los políticos
con los medios, y no sólo en castas políticas decepcionantes en su actuar diario . Estoy convencido de que sí, aun aceptado que los diarios siguen siendo la verdad para nuestros electores, puesto que el papel sigue logrando editorializar la noticia, y que los demás medios (televisión, radio, internet, etcétera)
son la espuma de la verdad antes editada por los diarios. Creo, sin embargo, que para los políticos el desafío de adaptar mensajes a esta revolución de los medios es casi inalcanzable. Nunca antes el mundo había sido tan segmentado, nunca antes los consumidores y electores habían sido atendidos por tantos
contenidos segmentados como los que se exhiben en aeropuertos, baños, teléfonos, hogares, aviones, camiones, paraderos, lobby de hoteles, supermercados, salas de espera odontólogicas. Como nunca antes la televisión se ha segmentado en su oferta por la vía de conocer sus audiencias, de ofrecer en las mañanas una televisión femenina, en las tardes más infantil y en las noches más adulta, pero lo anterior se acompaña del explosivo crecimiento del partido con más militantes en América Latina que es la televisión por cable. Millones de hogares pagan por acceder a contenidos específicos: programas de cocina francesas, cocina china, noticias japonesas, noticias mexicanas, francesas, inglesas, africanas, canales de futbol de primera división inglesa o sudamericana, canales de
películas de corte más europeo o más californianas. Sumo a lo anterior el explosivo fenómeno de Facebook donde cada uno crea un grupo de acuerdo a sus intereses. Un grupo para los amantes de las ballenas azules, otro para los amigos de un amigo, otro para un plebiscito, otros para una queja de un día.
Por tanto, el mensaje de un aspirante a líder debe segmentarse de un modo nunca previsto. La política, siempre generalista en sus propuestas, con dificultad se adapta a esas vitrinas. La orgía no termina aquí. Internet agrega algo demoledor para cualquier discurso generalista: la inteligencia colectiva que se articula
en favor o en contra de una idea en Twitter tan sólo en unos segundos. La transparencia activa que exige internet hace imposible soportar en el tiempo a un líder. Todo se desvanece en la insoportable levedad de todo ser, de todo líder. Una ola reemplaza otra ola en las redes sociales, y eso se traspasa a la televisión, hoy esclava de ellas, superada por la velocidad que las rige. En este mismo momento en que escribo desde un avión, un vecino, a quien no identifico, acaba de publicar en Twitter que voy viajando cerca de él. Eso se llama control social activo.
El desafío que supone transparentar cada acto hace imposible pensar. Pensar supone paz y tiempo. El sano control social que imponen las redes supone
transparentarlo todo en el acto, no sólo el patrimonio. Que la agenda esté en internet es la negación del pensamiento especializado, reposado, espeso. La voz del experto se enfrenta al anonimato del twittero que por diez segundos es Picasso, Churchill, el Che Guevara, desafiando el arte, la guerra, las dictaduras.
¿Como se adaptan las democracias o los políticos a este nuevo escenario?
Aceptando que las reglas están siempre en duda dinámica y, por tanto, la democracia debe ser cotidianamente reformada, al igual que la bicicleta: si no se pedalea uno se cae. Si no se piensa todos los días en corregir la asimetría de información, libertad, de representación entre elites y representados, entonces se avanza directo hacia el conflicto sin solución. El desafío, ante nueva ola de medios no se encarnar una respuesta para un pueblo, sino una respuesta para cada ciudadano del territorio que se quiere gobernar. Ése es el desafío de esta era de las comunicaciones donde internet ha venido a cambiar los hábitos de los editores, de los canales de televisión, de los poderosos y de los políticos. Pero aún hay patria señores. En medio de este fascinante escenario existe un camino para el pensamiento, para un ideario, para una visión de sociedad o, simplemente, para mejorar nuestra democracia representativa. Lo sutantivo de un político es su ideología, su concepción del hombre, la sociedad, el Estado, el mercado, la democracia, y esta ola o tsunami que han significado las redes dará pronto paso a una playa hambrienta de ideas que buscarán los mismos usuarios de internet, las audiencias televisivas, los auditores y lectores.
Internet será víctima de sus propias reglas: una ola reemplaza otra ola. La ola del enojo, la ola de la dudad informada, de la pregunta implacable contra un sistema político y económico que genera desigualdad dará paso a otra ola: la de las respuestas. Las respuestas y propuestas encontrarán un camino, pronto serán los proyectos de sociedad los que se someterán a Twitter, serán los políticos con propuestas nuevamente los protagonistas del debate. El reclamo y
la protesta darán paso a la necesidad de soluciones y avenidas de progreso.
En ese recorrido chocarán entre sí miradas nacionalistas, sustentables, autoritarias y distributivas sin que la segmentación de contenidos pueda restringir el debate. Las audiencias, los consumidores y, por tanto, los electores cohabitarán con la inmediatez y con el tiempo de las ideas, que es siempre más lento,
menos sexy, menos impactante que la denuncia. Los gobiernos deberán arbitrar entre distintos proyectos después de las propuestas. Triunfarán las ideas nuevamente, no las biografías de los candidatos. Volveremos a las visiones complejas, reflexivas, fundadas y serán percibidas como evidencias de
compromisos políticos. De eso estoy seguro. Todo un ciclo: las biografías han sido el refugio de los votantes para dirimir entre candidatos en las últimas elecciones, pero ahora que la revolución de los nuevos medios ha demostrado que todos somos imperfectos, las ideas tendrán se espacio en un teatro que
los actuales medios de comunicación redibujan diariamente para que actúen los políticos.
PAGINAS: 27-29
FECHA: DICIEMBRE 2011
FUENTE: nexos