Más tarde, en la universidad, conocí a la que fue mi directora de tesis. Ella es un gran ejemplo de mujer científica, luchadora contra viento y marea. Su coraje no le hizo amilanarse por sus compañeros masculinos que, en los años 70, la acusaban de abandonar a sus hijos y no cumplir como ama de casa por ir a trabajar a la universidad, llegando a convertirse en catedrática.
En mi promoción de la carrera de Biología éramos más de 100 personas, de las cuales el 70% éramos mujeres. Sin embargo, muy pocas de nosotras hemos seguido la carrera científica. Esta tendencia ocurre a nivel mundial donde las mujeres continúan subrepresentadas en la investigación y el desarrollo de todas las regiones del mundo, constituyendo solamente el 28% de los investigadores existentes. En España, según datos recogidos por el Instituto de Estadística de la Unesco, el 54% de los estudiantes de carrera (grado) son mujeres, el 49% de las mujeres que se licencian estudian un doctorado y solamente el 39% seguirá una carrera científica.
Las investigadoras generalmente trabajan en los sectores académico y público, mientras que los hombres predominan en el sector privado, que tiende a ofrecer mejores salarios y oportunidades para progresar. En la mayoría de los países, las mujeres se concentran en las ciencias sociales y permanecen subrepresentadas en ingeniería y en carreras tecnológicas.
Pero, ¿por qué siendo mayoría en las universidades, somos minoría como científicas y, sobre todo, en altos cargos?
Existen numerosos obstáculos asociados a estas trayectorias educativas, desde los estereotipos que afrontan las niñas hasta las responsabilidades familiares y los prejuicios que enfrentan las mujeres en el momento de elegir su campo de estudio.
Una de los principales obstáculos es la maternidad y es duro tener que decirlo. La mayoría de nosotras y, sobre todo, si no tienes familia cerca que te ayude, nos pasamos el día corriendo para cumplir tanto en el ámbito laboral como en casa. Te enfrentas -y siempre hablando de la mayoría de los casos- a que ya no tienes tanta disponibilidad de viajar, de quedarte trabajando hasta tarde y fines de semana. Si pasas unos años dedicada a tus hijos, se hace muy difícil entrar de nuevo en la rueda de pedir financiación, etc. Pero, a la hora de evaluarte, no se tiene en cuenta nada de lo anterior y te evalúan igual que una persona soltera y sin niños que tiene mayor disponibilidad para todo.
Sin embargo, la maternidad no debería estar reñida con el desarrollo laboral de la mujer. Faltan todavía muchas políticas de paridad y de conciliación familiar no sólo a nivel de la carrera científica sino en todos los ámbitos laborales (empresas privadas, públicas…).
A pesar de ello, y gracias a la pasión por nuestro trabajo y por el gozo de saber que lo que hacemos podría ayudar en un futuro a mucha gente e, incluso, salvar muchas vidas, seguimos al pie del cañón. En nuestro instituto hay mujeres/madres científicas maravillosas que han llegado a un puesto de jefe de grupo por su tesón y trabajo, y que son un ejemplo a seguir.
Debemos alentar a las niñas para que estudien y sigan carreras científicas, debemos llevar y explicar la ciencia, lo que se hace en los laboratorios, a los colegios, a los institutos. Explicar que las ciencias no son sólo bichos y plantas, o líquidos para mezclar, sino que con la ciencia se puede avanzar y se puede aplicar a mejorar la vida.
Tenemos que cambiar las estadísticas, hacer que el porcentaje de mujeres científicas que llegan arriba sea mayor sin renunciar a la maternidad, porque: