El cine, como pretendía Buñuel, debería intentar ser siempre un “instrumento de poesía, con todo lo que esta palabra lleva implícito acerca del sentido de liberación, de subversión de la realidad, (…) de no conformidad con la limitada sociedad que nos rodea”. Pero vivimos en un tiempo en el que el bombardeo audiovisual fomenta la confusión en medio de un magma de imágenes que, por abuso, terminan aplanándose. Y sin profundidad estamos demasiado expuestos a la mediocridad de los discursos. Hay quien en medio de este caos ha querido interpretar en las nuevas tecnologías la llegada de un aliado que permita, de nuevo, acercar esa relación íntima con el espectador que conseguían las películas.
Por supuesto, es pronto para valorar si la realidad virtual, una de estas nuevas posibilidades, ha venido para quedarse de forma definitiva. Hay todavía mucho que investigar en cuanto a formas narrativas, posibilidades técnicas y recursos expresivos como para considerar que el binomio cine más VR es la respuesta de este tiempo a la necesidad de contar historias que siempre nos ha acompañado. Pero ya hay directores que se han lanzado a los brazos de las posibilidades que les otorga la realidad virtual y, muchos de ellos, lo han hecho precisamente para eso: para volver a emocionar al público e interpelarlos directamente para cambiar su punto de vista sobre algunas de las realidades de nuestro mundo. Gabo Arora es uno de ellos: “creo realmente que la realidad virtual es la mayor máquina de empatía que conocemos y puede convertirse en el medio más poderoso que tenemos los humanos ahora mismo”. Arora apela a la empatía porque ese es el objetivo último de sus documentales, buscar que quien los ve sienta, como él, una llamada para cambiar su vida.
Hace algunos años Arora trabajaba como asesor para las Naciones Unidas (él mismo se define como un “ninja de la burocracia”), pero en su interior buscaba una herramienta que le permitiera hacer algo más. Llevar el mensaje de que es necesario cambiar muchas cosas en este planeta a un número mayor de personas. Y cree haberlo encontrado en la realidad virtual. Desde 2015 es director creativo (el primero que ostenta este cargo) de la ONU y hace un año fundó LightSed, productora que busca el impacto social a través de las nuevas formas narrativas. Un buen ejemplo de este impacto es Clouds Over Sidra, corto documental que narra la vida cotidiana de una niña siria en un campo de refugiados, que ha sido premiado y elogiado en numerosos festivales. Lo más importante para Arora, sin embargo, no es este reconocimiento, sino la efectividad a la hora de transmitir el mensaje de que los refugiados necesitan nuestra ayuda. La mejor forma de hacerlo, afirma, es que sintamos su necesidad y dice tener la prueba “científica” de que con su película lo consigue: gracias a ella se han multiplicado las donaciones de forma espectacular. Sólo por esto, Clouds Over Sidra ya merecería más consideración que las decenas de clónicas historias de superhéroes que cada temporada llegan a las carteleras.