Exposición fotográfica.
Muestra del trabajo etnográfico del Dr. Andrés Medina Hernández.
Uno de los programas importantes en la Academia de Educación Indígena era, en 1991, la organización de un programa de posgrado, pues se estimaba que había las condiciones propicias por la madurez de su licenciatura y el número de egresados de ellas. Así, se propuso el diseño de in plan de investigaciones etnográficas con el fin de establecer líneas de investigación que permitieran articularse con el programa docente. Para este primer paso tomamos la decisión de realizar un reconocimiento en la Montaña de Guerrero, donde tiene presencia importante la educación bilingüe, con una complejidad particular relacionada con la presencia de tres lenguas amerindias: náhuatl, mixteco y tlapaneco.
Así un grupo de maestros de la Academia, con el apoyo de su coordinador de entonces, el maestro Jorge Hernández, se lanzó a participar en este primer reconocimiento; el grupo lo formábamos Antonio Carrillo, Enrique Nieto, Soledad Pérez, Jorge Martínez Zendejas, Nicanor Rebolledo, Sergio Ricco, Elena Cárdenas y Andrés Medina, y ya en la capital regional, Tlapa de Comonfort, nos distribuimos de acuerdo con los temas que deseábamos investigar, asumiendo la especificidad lingüística de las comunidades que visitaríamos.
El área de la comunidades tlapanecas fue el ámbito que me interesaba conocer, para lo cuál realice un recorrido por Tlacoapa, donde está un Centro Coordinador Indigenista, para después dirigirme a Monte Alegre y, finalmente terminar en Malinaltepec, regresando entonces a Tlapa. Posteriormente fuimos Soledad Pérez y yo a dos comunidades tlapanecas con dinámicas opuestas: Zapotitlán Tablas y su acelerada castellanización, por un lado, y Acatepec, con una defensa cerrada por el mantenimiento de su lengua y cultura tlapanecas; además, ambas militaban en partidos políticos diferentes, uno oficialista-y tricolor- y otro de izquierda.
En este recorrido tomé numerosas fotografías a color, con una cámara Nikon F12 de 35mm;la extrema pobreza de las comunidades visitadas contrastaba con la belleza del rostro de los niños y de la jóvenes madres. Dos lugares resultaron espectaculares Xalpatláhuac, un santuario con multitudes en procesión, y una plaza desplegada sobre el cause de un río seco, por una parte. Por la otra Tlapa, donde se reúnen contingentes de escolares procedentes de las comunidades de la región, quienes cada mañana caminaban por las calles de la ciudad, con su ropa limpia y sus útiles escolares, formando ríos de vida, de color y de alegría. Estas impresiones trate de captarlas en las fotos que componen esta exposición; un testimonio de una experiencia etnográfica y pedagógica.
Andrés Medina